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Indicios: El Regreso de Berlín

Johny Villa regresó de Berlín. Casi dos meses en Europa paseando de aquí para allá, tocando por aquí y por allá, cargando con su enorme maleta de ropa sucia y con el fagot. Al parecer arribó a México el lunes, y el martes por la mañana se presentó a ensayar con la Sinfónica. Nos veremos este viernes, luego del concierto, para platicar sobre la próxima presentación. Quiere que llevemos el proyecto a Alemania; allá buscó apoyo en el consulado mexicano, aunque no lo encontró. Pero sí aprendió a meterse a los restaurantes y a ordenar una hamburguesa, en alemán, con todo y cerveza.

Me pidió escribir una nueva explicación del proyecto, sobre cómo ha evolucionado y con una breve convocatoria para que la gente ahora participe escribiendo en alemán. Redacté en español, metí el texto en Google translate, y Thor me ha ayudado a revisar y corregir. Ya lo sé: ElMissInYou habla francés, italiano y portugués; pero alemán, no; ni idea de cómo lo presentaríamos; tal vez con una proyección de las cartas y su lectura en español.

Pero, bueno: ¿En dónde estamos? Casi en el punto de gastar dinero; eso no cabe duda. Y surgen otras incertidumbres… pero en lo que prefiero pensar es en el elemento creativo, en cualquier cosa que permita extenderle los tentáculos al proyecto. ¿Cuál es la conseja de esta historia? Que intento narrar, y sé exactamente cuándo, cómo y con quién; pero no atino al ¿por qué?

¿Qué hacía yo allí, esa tarde, sentado junto a Billie, bebiendo una cerveza oscura, en una librería que también es un bar, discutiendo sobre arte y cartas? ¿Cantaba ella, Billie, por aquella época, con la banda? No, creo que solo me enseñaba a pintar.

“¿Qué le falta, Billie?”, le preguntaba en la cocina del departamento mientras le enseñaba un dibujo y al mismo tiempo escuchábamos música de Arcangelo Corelli. “Verde”, podía responder ella. Y entonces, yo aplicaba el verde: Y aquello se volvía una explosión de color.

Y daba yo un trago al whiskey, dejaba secar el papel sobre la estufa y observaba las herramientas: Crayolas, acuarelas, acrílico, lápices, pastel. A veces resistol y alguna fotografía. Había indicios de algo, desde entonces.

 

Fotografía: lovelystreets.com

Desahuciado

No dice nada. Solo cubre su mundo inquieto, el del interior, el del hundimiento potencial. Porque la historia no se originó ni siquiera durante nuestro encuentro en el Hotel Mercedes Avenue, sino mucho tiempo atrás. ¿Para entonces había recibido The Jazz Piano Book? Tal vez me equivoque, pero la comunicación con Mario Lavista y las clases en el Liceo ya habían ocurrido. Y pocos años atrás: Tiempos de la Boston Symphony Orchestra y el LIBER USUALIS y los pianos en Harvard. Sonatinas y desconsuelos.

Luego, México, el chef baterista con el que nunca pude tocar porque se fue a Israel. Y Laura, quien se animó con una batería eléctrica. “¿Cómo se hace esto?”, “pégale como te nazca”. Y aquellos eran unos redobles y fills y Carmine Appice y Buddy Rich y las ventanas de los vecinos que se abrían para escucharnos, y “Bésame mucho, que tengo miedo perderte”.

Y ocurrió. Ahora es Gigí quien hace el trabajo en la batería. Una Gigí a la que seguramente pronto habrá que remplazar. Por lo pronto, para lo del día 8, no sabría quién va a estar ahí. Pero Cuarto Creciente ha dicho que él cubrirá el piano, y tengo que solicitarle una semblanza y publicarla y hacer todo aquello…. Los recuerdos que apañan y las indulgencias húmedas. Los recuerdos que pesan, sin embargo, cada vez menos. Y Fuel Injection que debe estar desahuciado.

(Sobre el escritorio observo una pelota de béisbol firmada por mis padres y un cuchillo filoso con funda de plástico, quieto, esperando la llegada del lunes por la tarde para cortar queso Oaxaca cuando llegue el hambre. Es una atmósfera de libertad la que ahora conmina estas palabras, una libertad casi experimental, como la de algún tipo de Avant-garde: curioso, que se prepara para algo importante).

ElMissInYou irá a lo del documental de Octavio Paz en CCU y por la noche nos encontraremos en el bar. Nos sentaremos con Cuarto Creciente para platicar sobre lo del día 8 de junio. Y Fuel Injection, desahuciado.

Fotografía: Desahuciado Xaperx (@El_Vulgarcete)

Comienza.

Comienza atrás. Siempre comienza temprano. Pero el miércoles, dos miligramos surtieron efecto: dormido hasta las 8:30 de la mañana, dos horas y media más de lo que es habitual en ese cuarto. Lo personal confunde: disgrega el romance.

Hoy día: Que si James podrá ir al ensayo o no, que el otro no regresa y que si James tendrá que cantar con una pista. Hay un vacío prometedor en el pecho. Que si Mundo le rentará el cuarto a Virginia, y que si Virginia tendrá el tiempo para esperar nuestra visita. La misma Virginia de la boina y el libro en el brazo durante el encuentro bajo la lluvia.

Reaparece cuatro años después; ahora. El colchón tirado en la azotea y lo demás. Una exquisita mentira como inicio de una novela dispersa, dispersa como gotas de pintura lanzadas desde lo alto del edificio, contra la banqueta y salpicando el terso pavimento de la piel.

Pero vayamos a la historia, al otro edificio, al de paredes blancas: al hospital que sirve de hotel. Al encuentro con el eterno fanático del fútbol, sobre todo al fútbol que no siempre es el mejor; pero donde localizo un hueco sobre el cual hablar:

El país europeo que se visitó. Vaya coincidencia e incapacidad para disgregar (palabra ya usada). La tortuga y el viento; o la marea y los pies que se arrastran al caminar. El “yo estudié en el Conservatorio”, pronunciado en el sector donde “decir” es “ser”, donde “parecer” te lleva a “campeón”.

El hotel de enfermeras y pastillas, y de visitas nocturnas al piso de chicas. Ahí se realizan actividades plásticas y manualidades desde las once de la mañana hasta la una de la tarde, hora de la comida: sin tortillas, ni carne, para no quitar el hambre.

El libro de los Pequeños Preludios y Fugas de Bach, otro de Armonía y un Diccionario de Harvard sobre la música. Regalos míos para el manifestado ex-alumno del Conservatorio. Comienza, de alguna manera comienza la historia.